Foto: Ariadna González Uribe

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Museo Museo Arqueológico Nacional
Inventario 1999/99/70
Clasificación Genérica Cerámica
Objeto/Documento Copa
Nombre Específico Kylix
Tipología/Estado De labio
Autor/a Pintor: Pintor del Centauro
Materia/Soporte Arcilla
Técnica Figuras negras
A torno
Cocción oxidante
Barnizado
Dimensiones Altura = 8,80 cm; Boca = 13,90 cm; Pie = 5,90 cm
Descripción De pequeño tamaño, paredes finísimas, frágiles asas ligeramente elevadas y pie alto, esta copa de labio es un delicado y precioso ejemplo del estilo miniaturista de los pintores de copas de mediados del siglo VI a.C., llamados Pequeños Maestros.

La decoración, reducida al mínimo, se sitúa en el centro de cada una de las caras del labio. Pequeñas figuras, verdaderas miniaturas, son apropiadas para este reducido espacio del labio. En el anverso un joven cazador, desnudo, corre hacia la izquierda mientras blande una larga lanza que arrojará sobre un toro situado en el reverso. Levanta y extiende el brazo contrario para equilibrar su lanzamiento. Lleva cruzada a la cintura una espada de blanca empuñadura, envainada en un tahalí rojo y colgada de una cinta blanca que le cruza el pecho. En el reverso, un toro orientado hacia la derecha, hacia el cazador, con la testuz agachada, en actitud de defensa. Sus patas, firmes y tensas, se apoyan en el suelo para recibir la agresión y quizás preparar la embestida. Una larga lanza está ya clavada en la tabla del cuello. Manchas de pintura blanca en forma de estrella cubren su cuerpo, características de su pelaje, signo de la cualidad y excepcionalidad del animal berreando.

La lectura de ambas imágenes es secuencial, pues lo que se inicia en el anverso culmina en el reverso. No se representa una caza tradicional: ni el animal ni su actitud corresponden estrictamente a lo que esperaríamos en una imagen cinegética habitual. El toro, animal doméstico o víctima sacrificial por excelencia, no conforma el espacio incivilizado y salvaje de ciervos, jabalíes o fieras montaraces. Su territorio no es el de la caza, el de la eschatiá, situada al margen de la civilización, de la ciudad, del oikos, de la cultura del sacrificio y el ritual ciudadano. Su actitud no es la del perseguido, sino de enfrentamiento directo, de espera y embestida a quien le ataca. Tampoco el cazador lleva las armas tradicionales, el lagóbolon o las piedras, sino la lanza y, sobre todo, la espada. Sus armas, su desnudez y su aislamiento, su enfrentamiento solitario a la bestia, herida y dispuesta a atacarle, hacen de esta escena más un agón, un enfrentamiento heroico, que un simple episodio de caza, aunque ambas lecturas están sutilmente unidas. La caza no es sino ejercicio preparatorio y metáfora de combates más singulares, más decisivo. Es acción iniciática en la que el joven ateniense aprenderá las tácticas del combate, en la que se ejercitará en la imitación de acciones modélicas, heroicas.
Iconografia B: Toro;
A: Cazador
Datación 0540[ac] (540 a.C.)
Contexto Cultural/Estilo Cultura Griega
Lugar de Producción/Ceca Ática
Historia del Objeto Colección Várez Fisa
Exposición: Reflejos de Apolo. Deporte y Arqueología en el Mediterráneo antiguo; 2005,
Catalogador Antigüedades Griegas y Romanas
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